En la esquina de la plaza

En la esquina de la plaza abría sus puertas a dos calles, un bar de barrio venido a menos, pero que trataba de mantener un antiguo estado y posición, aun a pesar de la decadencia del distrito de la que no tomaban ninguna parte sus vecinos. Ese estado lo había conseguido, seguramente, en otros tiempos no muy lejanos de su inauguración, en los que la clientela del mismo, era lo más florido de los abogados que asentaban en las inmediaciones sus bufetes, y clientes de cierto rango social y económico, además de otros muchos ciudadanos de toda índole general que concurrían en las proximidades, debido a que a una manzana de allí, se asentaba el edificio de los Juzgados.
Conservaba la decoración de aquellos otros tiempos aludidos más brillantes, al igual que el servicio y menaje general del mismo, aunque solo deslucida por algunas fisuras que comenzaban a ser evidentes, además de desajustes en las carpinterías. Se podía convenir también que, a pesar de la limpieza, que por lo general era bastante aceptable, le estaba faltando una mano de pintura y redecoro.
Los jubilados y algún cliente esporádico solían llenarlo por las mañanas, a partir de las diez hasta el mediodía aproximadamente, antes de esa hora se reunían mujeres, por lo general amas de casa que tomaban en animada tertulia su café con leche, acompañado de alguno de los productos de pastelería que se vendían en el bar, traídos de un obrador cercano.
Estaba regentado por dos hermanas, una de ellas, la más joven, era más alta que la mayor. La primera era una mujer madura, con una belleza evidente que el paso de los años había ido limando, además, a esto había que añadir la carcoma de la tristeza de un lánguido aire, como de desamor que hubiera podido sufrir, que se reflejaba en la mirada de unos ojos grises como la niebla sobre el mar en una mañana. La segunda era una mujer más baja de estatura, de una delgadez extrema, y que comparada con su hermana, no parecía que pudieran ser hijas de la misma madre, era mucho menos agraciada, ocultaba sus ojos detrás de unas lentes de miope, y lo que le podía faltar en belleza, lo suplía con trabajo y simpatía hacia sus clientes; no diremos que su presencia pudiera ser repulsiva, pero al cruzarse con ella en la calle, nadie se volvería, o advertiría que pasaba por su lado. De alguna manera parecía ser la sombra de su hermana, puesto que se dedicaba a labores más fatigosas que la otra, no hacía a causa de una debilidad o variedad de osteoporosis en su esqueleto. Se podría decir de la hermana mayor, que era una especie de cenicienta, además de hacer el papel de una madre en la sombra, puesto que por la unión que se apreciaba entre ambas, ya debía haber muerto. Esta había venido a ocupar el vacío de la madre, volcándose sobre la hermana menor, de tal manera, que había sacrificado su vida, incluso la sentimental, habiendo permanecido soltera, y ahora que ya habían pasado varios otoños, ahora que sobre su pelo ya se adivinaban las primeras nieves, se empezaba la encontraba sola y sin fuerzas para sacar más ánimo que insuflar a su hermana.
Había sido la tía, y hecho el papel de abuela también, para los hijos de su hermana, que hoy ya jóvenes adultos se habían olvidado de ambas, de la madre, y de la tía, lo que venía a aumentar la sensación en sus vidas, al menos en la de la hermana mayor, inesperada sensación, de que aquello era el anuncio del final de un ciclo que daba paso a otro postrero, reconociéndolo no sin cierta amargura en su mirada, a veces perdida en las tardes en que aprovechando un feliz rayo de sol, salía a empaparse de él en la puerta del bar.
La pequeña, efectivamente, había sufrido las penas de un matrimonio frustrado, y rotura que sobrevino cuando ya sus hijos eran mayores. Conservaba la elegancia de un tiempo pasado y una coquetería con la que intentaba agradar o atraer a aquellas personas con las que empatizaba, de modo y manera que se hacía querer, aunque solo fuera un poco. Era una especie de alma necesitada de cariño, o al menos parecía mendigarlo a través de su sonrisa que le iluminaba los ojos, cómo ya se ha dicho ante, lánguidos y nostálgicos, y gracias a su hablar pausado de cuidada pronunciación.
Añoraba los tiempos pasados, y a menudo en su conversación salía a relucir la casona de la aldea y el jardín poblado de hojarasca, y de banquitos medio ocultos entre la fronda, y las vueltas y revueltas de los senderos entre algún castaño más que centenario, y algunos robles muy viejos que eran lo mejor de la finca. Siempre nombraba su rincón especial al pie de un laurel, protegido por un seto de hortensias, en el que desde pequeña, en las primaveras, se escondía a hacerle confesiones con letra redondilla a su diario, que guardaba celosamente escondido en su habitación. Ahora, al rememorar aquella etapa, se reía con cierto rubor que asomaba a sus mejillas débiles y algo caídas.

Tarazona de Aragón, Costumbrismo, libros y novelas.
Tarazona de Aragón. Costumbrismo, librosynovelas.

En los días en que el viento del océano decaía, notándose en la ciudad un soplo de tierra adentro, revivía con sus aromas secos. La humedad la mataba como solía decir, y se vestía como para una fiesta, maquillándose un poco, y hacía su aparición seguida de una leve nube de perfume en el bar, saludando a viejos amigos y conocidos, paseándose entre las mesas esperando conseguir la admiración de los presentes, cosa que conseguía siempre. Haciendo como que no le daba importancia a esa batalla ganada, se dirigía hacia la calle, apoyándose en la jamba de la puerta, y cruzándose de brazos, cerraba los ojos, elevando la barbilla hacia el sol durante varios minutos. Su silueta, mirada al contraluz desde el fondo del bar, presentaba un reverbero en todo su contorno, provocado por los vidrios de colores que irisaban el ambiente y que la hacían parecer unas veces una mujer heroica, y otras una mujer en la plenitud de su vida, joven y ágil.
En días así latía en su interior un deseo juvenil de enamorarse otra vez y de ser capaz de todo. Era su huida de la enfermedad quebradiza que le acosaba sobre todo, durante las jornadas en que el poniente azotaba a la ciudad y a la costa, con sus galernas y temporales, que la dejaban en un estado depresivo, aumentado más si cabe por la lluvia constante, que caía como hilos desde los tejados e inundaba las aceras concurridas de paraguas apresurados. En esos días, al no poder salir al sol, se refugiaba en la conversación solo con los amigos más cercanos, y establecía una intimidad durante la que contaba sus desdichas que se iban ahogando con una copa y otra de vinos franceses, cuyas botellas guardaba en la bodega del bar solo para estos, y los clientes especiales y entendidos.
Al hilo de la cuarta copa, su hermana, desde el otro extremo de la barra del bar, le lanzaba una mirada sería y de advertencia, que inmediatamente bajaba hacia la labor que estuviera haciendo en ese momento, como avergonzada, y como diciéndose a sí misma, que su hermana ya era mayorcita para hacer lo que quisiera, pero que no le viniera a ella esa noche contándole lo mal que se encontraba, y que si se había pasado bebiendo, y que si…
A esa hora en que la luz de las farolas y el tráfico apresurado por llegar a casa, dibujaban reflejos sinuosos sobre las calzadas brillantes de agua, a esa hora en que las aceras dejaban de ser concurridas, ocupando la anchura húmeda de la calle la solitaria cantinela de la lluvia y, algún perro perdido olisqueaba al apresurado caminante, esperando encontrar en él a su amo, a esa hora en que el amigo se va envuelto en una mirada de súplica, en el ruego de un no te vayas, cerraban el bar y subían las escaleras de su casa las dos hermanas, apoyándose la una en la otra y en aquel pasado de la casona y el jardín de la aldea ahora oscura y en medio del monte.

3 comentarios en “En la esquina de la plaza”

  1. Retrata el autor un día, unos personajes, unas hermanas, y la descripción del lugar, del momento y la sicologia de dichas hermanas es muy buena.

    1. Efectivamente mi intención era la de hacer una descripción lo mejor posible de un lugar y de unas personas.
      Como has podido deducir, el lugar y las personas son reales. Gracias por tu lectura y por tu valoración. Para mí este es el mejor pago a las cosas que escribo

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